En nuestra sociedad se han ido abriendo espacios cada vez más significativos en los que se vuelca la mirada hacia momentos de nuestra historia, eventos marcados por profundas divisiones sociales y violencia.
En nuestra sociedad se han ido abriendo espacios cada vez más significativos en los que se vuelca la mirada hacia momentos de nuestra historia, eventos marcados por profundas divisiones sociales y violencia. Con la convicción de recordar hechos como el Terrorismo de Estado, por la importancia que tienen eventos de este tipo en el fortalecimiento de nuestras democracias, es importante darle voz a quienes fueron las víctimas directas. Producto de esto, se ha constituido en un acto social reparatorio y ,a la vez, necesario para la construcción de nuestras identidades colectivas de una nación democrática.
Tradicionalmente, ha sido tarea de los historiadores construir la historia nacional, y ello ,principalmente, a partir de archivos oficiales. Sin embargo, al interior de dicho campo, hace algunas décadas se comenzó a dar voz de manera sustantiva a los testigos de la época. Con ello, se buscaba, entre otros objetivos, subvertir o al menos desafiar las estructuras de poder existentes en la sociedad, aquella que era reproducida por los relatos historiográficos basados únicamente en archivos estatales. Se buscaba contar la historia social y la de los grupos oprimidos; contar ,además, la historia del tiempo presente, aquella que forma parte de la experiencia vital de los contemporáneos.
La literatura, por su parte, evidenció un giro central hacia la visibilización de narrativas subalternas que daban cuenta de los relatos de opresión de los procesos de colonización de los siglos pasados hasta la actualidad. Por su parte, en la misma Europa, algunos testigos de la experiencia concentracionaria del nazismo comenzaron a escribir sobre sus experiencias, décadas después de haberlas vivido. La voz de los testigos de estas experiencias también fue adquiriendo un lugar central en los juicios que se llevaron a cabo en los años sesenta contra el estado alemán nacionalsocialista. El pasado fue configurándose así, ya no en un asunto de expertos, sino en una labor de construcción colectiva, la que a veces conlleva gran conflictividad, lo que sería una característica propia de nuestra condición de modernidad tardía.
Formando parte de este auge de la memoria testimonial, la construcción de la historia del campo de prisioneros del Estadio Nacional ha sido compuesta por periodistas, documentalistas, testigos literatos y en los últimos años, sobre todo, por quienes estuvieron detenidos allí. Son ellos quienes han liderado la tarea de darle voz a estos muros, camarines y celdas improvisadas en cada recorrido.
La memoria social de los eventos ocurridos en este campo de prisioneros los primeros meses después del Golpe Militar de septiembre de 1973, se ha ido revelando a nuestra sociedad y el mundo a través de los relatos de los propios sobrevivientes, y de algunas pocas personas y organizaciones que ayudaron a quienes aquí estuvieron presos. Estos testimonios dan cuenta de los padecimientos, miedos y atrocidades sufridas, pero también de actos de solidaridad y de esperanza. Dar voz a estos relatos, es un deber de memoria de nuestra Corporación. A la fecha, hemos tomado más de 100 testimonios, registrados en transcripciones y de forma audiovisual. Mujeres, hombres, chilenos y extranjeros han depositado su confianza en nosotros y nos han narrado sus experiencias aquí vividas. Tenemos un gran sueño de poder implementar una sala de consulta de este gran archivo oral. Confiamos poder lograr su financiamiento en el corto plazo.